Antes que las papayeras lloraran

POR: DIOBALDO CESAR HEREDIA GUTIERREZ
Matthew Junco Fontalvo, joven promesa de la narración, nieto de mi finado amigo Pedro Rafael Fontalvo Ojeda, escribió el artículo publicado en este diario titulado “EL DIA QUE LAS PAPAYERAS LLORARON”, una excelente descripción de lo que fue su abuelo en vida, pieza literaria que le sacó lagrimas a varios de sus lectores amigos de Pello, incluidos el doctor Adolfo Pertuz Pinzón y al que escribe esta paráfrasis.
Compartí con Pedro su vida, desde el paso por la escuela primaria, pasando por el Colegio Oriental en Santo Tomas, nuestro pueblo natal y luego terminando en la Escuela Normal de Varones de Barranquilla nuestra secundaria como maestro de escuela, luego conservamos una hermandad que tocaba hasta nuestras vidas familiares, que algunos envidiaban, fuimos doblemente compadres y cómplices en algunas travesuras de las cuales muchos amigos tomaban precauciones cuando nos veían juntos y bajo los efectos de unos tragos. Con el paso a la vida profesional la ciudad nos cautivó y terminamos convertidos en citadinos sin perder el orgullo de afirmar nuestro origen tomasino, pero con el gusto por la poesía cantada en ritmo de salsa por el grupo Niche; “me voy pa’l pueblo, hoy es mi día, no puedo evitar que los ojos se me agüen… me estoy acercando … infancia alegre que nunca olvidaré…”. busca por dentro…que nadie sepa mi sufrir y agregándole en nuestros ratos de bohemia la poesía de Neruda y de Borges.
Pedro se comprometió con Marlene Fontalvo, se fueron a vivir juntos y tuvieron dos hijos, Leonardo y Clara, cuando estos crecieron le pidieron a su padre que se casara con su madre y un día mi amigo me espectó: “me voy a casar” y yo pregunté con quién y me respondió con la madre de mis hijos, me invitó a la ceremonia religiosa y en ella el sacerdote, su amigo, le preguntaba insidiosamente ¿de verdad te vas a casar? Y Pedro respondía claro y el clérigo incrédulo le remachaba ¡esto no le agrega nada a tu vida que ya no tengas¡, ¡los que quieren estar juntos, lo estarán ¡y Pedro le respondió, ¡No jodas¡, te he pedido que me cases y el clérigo responde, ¡ya te caso!, no es para tanto. Ese era él resuelto, hombre de palabra, honrado, honesto, buen amigo, buen padre y buen abuelo y buen esposo. Hoy después de cuatro años de su partida no la superamos todavía.
El artículo escrito por Mateo, resaltando las cualidades de su abuelo, su tuerca, confirman el gran vacío que aún tiene en su vida. El lector desprevenido se preguntará; ¿Por qué su Tuerca? y es que Mateo como lo nombrábamos, sin el toque ingles de su nombre, se convirtió en el compañero permanente en las andanzas de Pello, que lo apresuraba a regresar al hogar cuando se sentía aburrido entre los mayores y en una de esas ocasiones ante sus insistencias, ”abuelo vámonos”, el que escribe estas anécdotas le espectó: ¡No jodas Mateo pareces un TORNILLO!, a lo que el compadre exclamó:” deja que tengas tus nietos para que comprendas la perfección que debe existir en la relación de la turca con el tornillo”.
