Carnaval, buscando el génesis

Leyendo, son muchas las teorías relacionadas sobre el origen del carnaval. No se ha precisado con certeza el origen de las fiestas, sin embargo, se han encontrado grandes semejanzas con algunas celebraciones protohistóricas. Se cree que el origen del carnaval esté en las fiestas paganas como las que se realizaban en honor a Baco, el dios romano del vino, las Saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor al toro Apis en Egipto. Según algunos historiadores, los orígenes de esta festividad se remontarían a la Sumeria y el Egipto antiguo, hace más de 5000 años. Festividades que permanecieron hasta la época del imperio romano, desde donde se expandió la costumbre en Europa y fue llevada posteriormente a América por los navegantes españoles y portugueses a partir de finales del siglo XV. Los etnólogos encuentran en el carnaval elementos supervivientes de antiguas fiestas de invierno (saturnalia), las celebraciones dionisiacas griegas y romanas (bacanales), las fiestas andinas prehispánicas y las culturas afroamericanas. Por extensión se llama carnaval a algunas fiestas similares en cualquier época del año. Adicionalmente, el carnaval, aunque la iglesia no lo admite como celebración de tono religioso, está asociado a los países de tradición católica.
En el sentido etimológico, al igual que la fiesta en sí, la palabra carnaval tiene diferentes versiones sobre su origen, se dice que carnaval estaría relacionado con carna (carne) y vale (adiós), o sea adiós a la carne. Otra versión es la relación con la celebración en honor a Carna, hija de Heleno, diosa de las habas y el tocino. A comienzos de la Edad media la Iglesia católica propuso una etimología de carnaval: la del latín vulgar carnem-levare, que significa “abandonar la carne “.
Hay una teoría acerca del origen del carnaval que me ha causado mucho impacto por la forma como se hilvana la misma, la que solo pude escuchar por la radio y es la que hicieron recientemente unos investigadores donde dicen que el origen del carnaval se dio en un tiempo remoto en el norte de Europa. Que todo empezó cuando los habitantes de esa región después de haber pasado por más de tres meses en la gélida estación de invierno, al comenzar a sentir los rayos solares, que con su energía calentaban todo su entorno y “reviviendo” todo lo que allí se encontrara (primavera), empezaban a festejar ese nuevo estado ambiental que producía todo un cambio drástico en la naturaleza. Por supuesto, al ser sensibles ellos también, éste producía un gran impacto en su estado emocional y anímico, haciendo de ese suceso natural todo un acontecimiento. Festejaban el regreso de la luz, danzando, gritando y cantando, manifestando su alegría por poder volver a las actividades cotidianas, a las faenas de cultivo, caza, pesca, a integrarse, socializar, a despojarse de las pieles que lo protegían del frio para mostrar su propia piel, su atractivo físico, y sexual.
Era costumbre por cuestión de supervivencia que los habitantes de esas zonas, antes que el invierno llegase a su plenitud, pertrecharse con abundante leña y alimentos para poder sobrevivir el encierro de los intensos días de frio, guardando y almacenando grandes cantidades de carne. Una vez los rayos del sol se hacían fuertes nuevamente, las carnes terminaban de consumirse compartiéndose entre todos con mucha alegría y jolgorio, quizás de forma desaforada, desenfrenada, con mucho sexo y un tanto salvaje.
He aquí el sustento de esta teoría, la cual a mi modo de entender tiene cierto asidero, cierto argumento para considerarla razonablemente posible. Puedo considerar que en este festejo se le dice adiós, se saca, se despoja de la carne preservada y almacenada para festejar y brindar, lo que mantiene una relación directa con el concepto etimológico más aceptado de la palabra carnaval. Ahora bien, es para todo habitante que vive bajo las circunstancias ambientales de las cuatro estaciones hacer de ese hecho climático, pasar de invierno a primavera, todo un acontecimiento. Es considerado el “renacimiento,” la felicidad, la fertilidad y la libertad; es dejar de estar encerrado y abrigado para disfrutar de la naturaleza.
Si tenemos presente que la incertidumbre y la oscuridad son fuente de estímulo, de impulso a la imaginación, a la fantasía, a la creatividad, además de producirnos temor, es probable que estas sociedades creyeran que existieran espíritus malignos que los asechaban en la tiniebla y que solo se podían liberar de los mismos cuando llegase “la luz” (¿sería este el momento embrionario de la mitificación, de la religiosidad del poder de la luz, luego usado metafóricamente como sustento de doctrinas religiosas?). Esto añade un elemento psicosocial en su pervivencia que los estresaba, el cual se adiciona para entender y hasta justificar la forma arrebatada en que estos festejaban la llegada del sol, equinoccio de primavera.
Llego a entender que la celebraciones por ese cambio estacional (invierno – primavera) fueron realizadas desde su inicio con desenfreno, con algarabía, con alborozo e incluso violando de cierta forma las normas de convivencias y que las mismas evolucionaran, transformaran, arraigaran y enriquecieran con el correr de los siglos a través de las distintas tribus, pueblos, civilizaciones; sumándole al festejo elementos como antifaces y disfraces que podrían ser la representación de los espíritus malignos que asustaban en la oscuridad, entendiendo la presencia de la comedia, la burla, la sátira como la huella del pueblo griego.
A comienzo de nuestra era, habiéndose convertido el imperio romano al cristianismo, y estando arraigado el festejo en todo el imperio, la religión católica quiso acabar y redireccionar muchas costumbres y conceptos establecidos, entre ellos el de “despojarse de la carne” para integrarlo a sus ideologías religiosas con la finalidad de que en el futuro el nuevo concepto introducido: no comerla y no tener sexo durante los 40 días de la cuaresma, pudiera establecerse; llegando a una especie de conciliación, a una forma de sincretismo donde terminan aceptándose e integrándose los dos conceptos; festejando de forma cronológica, primero la fiesta pagana, el desenfreno, la carne, la permisividad, los días de carnaval; y luego la religiosa, la católica, 40 días de abstinencia, de depuración para esperar la pascua, la “resurrección”. Es posible que la religión católica con su poder haya querido ejercer control, disciplina al festejo pagano, primero por la forma desenfrenada de hacerlo y segundo por su doctrina: combatir los deseos sexuales, la carne es el diablo, la perdición y el espíritu es el señor, la luz, la salvación, el demonio es perverso se aprovecha de los placeres carnales. Por eso es muy común que aquel cristiano ortodoxo repudie la fiesta de carnaval relacionándola directamente como fiestas del demonio.
Bajo este contexto puedo entender que la fiesta de carnaval es más antigua y global de lo que creía y que la misma desde su manifestación primigenia es la respuesta de gozo del cerebro, del cuerpo humano, ante el cambio estacional (invierno – primavera), al haberlo dotado el proceso evolutivo de sensibilidad y emocionalidad. Proceso que podemos comprobar en nuestro caribe colombiano cuando al campesino, el hombre que vive de la tierra, cambia su estado emocional en el momento en que los primeros chaparrones de finales de marzo y principio de abril le bañan su tierra; no hay un ser más feliz en ese momento, que ellos, haciendo de esto todo un festejo.
El carnaval, una de las pocas celebraciones que ha perdurado en el tiempo, representa la sobrevivencia de un cúmulo de manifestaciones culturales arrastradas a lo largo de miles de año de nuestra existencia y que la seguiremos celebrando porque igual que en el ayer seguimos siendo sensibles a los cambios de nuestra madre Tierra, lo que me hace comprender más de cerca lo conceptuado por los etnólogos.
