5 diciembre, 2025

De la vejez, los libros y la vida

Por Pedro Conrado Cúdriz

Diciembre es otra atmosfera extraña de la vida, una sensación azul de alma solo ocurrida una vez cada año. No hay explicación lógica de este sentimiento vital y nostálgico de la vida. Pero hay que vivirlo para bien o para el mal del cuerpo. 

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Los libros

Los libros no escapan a otro lugar, aman el estante donde un neurótico coleccionista los estaciona para siempre. 

Ellos quisieran volar a otros ojos, a otros sueños, pero comprenden el oficio de libro. Así que se quedan anclados en silencio hasta que unas manos amigas los salvan de la quietud de la biblioteca. 

Esos son los sueños desde que el dios creador los concibió para viajar de una mente a otra mente, hasta una infinita ciudad de tintas y letras. 

La rebeldía del libro es el silencio y la quietud. Tóquelo y se abrirá para el asombro. Entonces vivirá en otro mundo, cerca o lejos de las olas del mar, cerca o lejos del ruido. 

Y eso no importa. Podrá usted mudarse fácilmente a vivir en una ciudad no imaginada. Aquella que ofrece el libro.  

Borges sentencia que la biblioteca es ilimitada y periódica. Para comprender esta afirmación – creo yo- hay que saber que los libros son extensiones sin límites de la imaginación humana de los creadores y los lectores, imaginación que va del autor a un lector y de éste a todos los demás lectores de aquel primer y último libro. 

Vejez 

Es el vuelo descansado del pájaro. No son los años sino las vivencias las que han logrado filtrar el vivir, la manera especial de contar una historia. La imperfección, como el árbol que desvía su tronco del horizonte que lo sueña y espera, apenas es un síntoma de la caligrafía del alma, el defecto que inspira. Llegar hasta la cima de la montaña fue y será una proposición del arte del cuerpo y porque no de la existencia, búsqueda consciente de la profundidad del agua, de la frágil belleza sostenida en los sustos de la piel y al final el abandonarse sin incertidumbre en el abismo del tiempo. No en balde el hombre sobrevive a su propia tragedia (enfermedad de años) o a su destino de años para seguir vivo. La recompensa es el acumulado de sueños para aliviar la mañana o la tarde, las pequeñas salidas y miradas de alma que harán surgir la sonrisa del día de lluvia, o la sonrisa torcida del rostro mil de la desesperanza. La vejez no es el final de un destino manifiesto, sino la apertura a nuevos caminos, porque el abuelo al ser un testigo fiel de su mundo, es su memoria sagrada. El mundo será más pobre en la medida que muera alguien, sobre todo un abuelo. 

Identidad 

Si todavía no sabes quién eres, busca tres espejos, uno para las palabras, otro para los ojos y el último para los oídos. La identidad es un camino extraño, se bifurca en cada estación. Los espejos buscarán su lugar en el agua. Las palabras se grabarán en todos los cielos. Un día serán susurros, otro día gritos y después de la lluvia, calma. Podrías jugar con los verbos, colocarlos en cada rincón del universo y en cada esquina, los que te conocen sabrán que esos son tus verbos de alma. No son necesarios tantos sujetos para las palabras y lo que ellas puedan significar. Uno basta. No todas las estrellas en el cielo hablan contigo. Recoge los espejos y ubícalos con sumo cuidado en el cuarto y ojalá sea el tuyo. Escribe en un lienzo las claves de tu nombre, que sea con letras pequeñas, lo grande siempre será una exageración. Guárdalo en tu corazón y es tu máximo secreto. Puedes donarlo al universo, él sabrá también quién eres, sabrá de tu lucha. Escríbele a tu mejor amiga o amigo una carta con una sola palabra: Amor. Ese amigo lo comprenderá todo. 

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