ELOGIO A LO SENCILLO, LO OBVIO, LO VEROSÍMIL: EL SENTIDO COMÚN

Por: José Ramón Mejía Ruiz
Aunque parezca dudoso, todos los seres humanos en el día a día resolvemos muchos problemas que la vida nos plantea, acudiendo a la aplicación del sentido común, el cual hemos adquirido de los conocimientos prácticos, originados en la experiencia individual y social y las habilidades, los hemos considerado aceptables, lógicos, sencillos y prudentes; es decir, el sentido común es la capacidad humana para juzgar los sucesos cotidianos o enfrentar los problemas de manera razonable, basándonos en conocimientos y experiencias previas, antes de tomar las decisiones.
La importancia del sentido común, según nuestro parecer, radica en la optimización del proceso de decisión contando el uso del tiempo y los recursos disponibles, para lograr soluciones ágiles y efectivas a cualquier suceso que nos plantee la vida.
El principio de simplicidad de Ockhm “en igualdad de condiciones, las soluciones más sencillas es probablemente la correcta”, no es más que el sentido común conocido de vieja data. Busquemos incesantemente otras alternativas más complejas y de fondo, guiados por el método científico.
Empieza probando soluciones sencillas, simples, del sentido común y si no encajan por no dar resultados hacia el objetivo planteado, continúa probando hasta lograr la solución deseada, posible y factible. Lo bueno del sentido común es que éste no se detiene, es dinámico, es la manera de pensar y actuar, interactuando con el contexto sociohistórico y cultural; como todo proceso humano, es susceptible de cambio y mejora a través de la práctica y estímulos permanentes.
El sentido común es muy útil en la práctica humana, a la hora de enfrentar situaciones novedosas, que pueden generar incertidumbre y miedo individual y colectivo. En momentos similares el sentido común es fuente aceptable, lógica, sencilla y prudente, para calmar la actividad cerebral y el espíritu inquieto y curioso.
El sentido común es algo más de la verdad obvia para la comunidad. Las ideas, pensamientos simples tienden a ser obvias, porque tienen un toque de la realidad social.
El sentido común no tiene prejuicios intencionales, ni sutilezas intelectuales y no depende de ningún conocimiento técnico-especial. Dialogar y argumentar apelando al sentido común es fundamental y legitima una decisión en función del cofre de verdades universales, disponibles a cualquier persona. La capacidad humana de influir, apelando a la persuasión argumentativa desde el sentido común, es acordar caminos comunes, más allá de las diferencias ideo-políticas, socioeconómica y culturales existentes. Los rasgos estilistas del sentido común devienen:
1. Así son las cosas, en su naturalidad.
2. Su carácter práctico, sencillo y prudente.
3. Su literalidad, con verdades obvias.
4. Se expresa en el lenguaje cotidiano con máximas molares, chistes, proverbios, dichos, anécdotas.
5. Disponible para cualquier persona interesada. Aprendamos a pensar, dialogar y decidir en términos simples y sencillos, con sentido común siguiendo las siguientes pautas:
1. Mantén la mente abierta: escucha las ideas de otras personas, aunque te asusten a priori, esto hará que puedas construir juicios más completos y objetivos, en base a experiencias comunes.
2. Infórmate de lo básico que ocurre en tu familia, barrio, centro de trabajo, el país y el mundo: aprende, reaprende lo desconocidos, sin miedo al cambio.
3. Ten confianza en ti mismo y procura filtrar la información recibida de los medios de comunicación y las TICS.
4. Vuela como los pájaros, sin olvidar el nido de donde naciste.
5. La realidad de la vida es tozuda, pero se puede transformar con la acción conjunta de los otros.
6. La gente que no tiene sus oídos alertas pierde el contacto con el sentido común.
7. Las cosas a veces parecen lo contrario de lo que son, porque algunos intentan adaptarlas a sus intereses particulares o de grupos dominantes.
8. Sé curioso y avanza en la construcción de una mente reflexiva.
