21 diciembre, 2025

LA VENGANZA MAQUIAVÉLICA

Por Giancarlo Silva Gómez

Hace varias semanas ronda en mi cabeza alopécica y de poca monta la necesidad de escribir un desagravio a Niccollo di Machiavelli, este diplomático y escritor florentino de finales del siglo XV y comienzos del XVI, que dejó como legado un extenso cúmulo de obras de carácter filosófico y que dieron inicio a toda una explosión de tratados sobre la ciencia política de su época. Quiso la desventura, o quizás la mala suerte, que su obra más conocida fuera “De Principatibus” un opúsculo que trataba sobre el poder y las características de quien lo detenta y lo pretende conservar.  Esta obra pequeña, insisto, y que no fuera la mejor pero si la más famosa de este autor, “el Príncipe”, dio lugar al adjetivo infame con el cual se refiere en las lenguas romance a lo más abyecto, ladino, engañoso, mentiroso, calculador y un largo etcétera: Maquiavélico.

Varios siglos después, un autor francés de mis favoritos, Alexandre Dumas, publica “El Conde de Montecristo” en el cual narra con una prosa fina y pincelada, la desventura de Edmond Dantés quien pasa de un injusto presidio a una riqueza inenarrable y que, motivado por la venganza, urde una serie de ardides que permiten cobrar a los autores de su desdicha, todo su infortunio.

El tema de la venganza, como argumento central y piedra angular de grandes obras literarias lo encontramos desde el “Hamlet” de Shakespeare que versaba sobre un príncipe danés que buscaba vengar a su padre, pasando por uno de mis cuentos favoritos “El barril de amontillado” de Edgar Allan Poe, o por la venganza fallida y febril del capitán Ahab contra “Moby Dick”, y terminando, aún con perdones, con la venganza en nombre de la humanidad que nos trae Fiodor Dostoievski en “Crimen y Castigo”.

Se me ocurre entonces que la venganza es una figura literaria de la cual se vale el autor para poner, o tratar de poner, las cosas en su justa causa y/o medida. Es un recurso, una ayuda, que permite gravitar en torno a una trama impredecible. Dicho esto, la venganza es un sustantivo, que no obligatoriamente nos conduce a un final malo o necesariamente infeliz. Para reforzar mi tesis me permito recordar la célebre frase de Ian Flemming:” la venganza es un plato que se sirve frío”:  James Bond.

Todo este rodeo para connotar que lo maquiavélico y lo vengativo no son necesariamente alusiones a algo malo, y que más bien, terminan siendo un eufemismo, que esconde algo interesante.

Me cuentan que hubo, hay en curso, o habrá una reunión en un patio, de esos enormes del centro del pueblo, en la cual se estaría fraguando un bloque de sectores y movimientos, muy distantes en apariencia, pero muy cercanos por conveniencia, para mostrar los dientes en el debate de marzo entrante y plantarle lucha al grupo que detenta el poder actualmente en Santo Tomás.

Después de ese ejercicio, conforme se van armando las apuestas o se alinean los galgos, veremos alianzas, pegas y juntas que dejarán a más de uno boquiabierto. Sonarán nombres y apellidos ya “vendidos” y se meterán en el sonajero a más de un@ pa ver si cacarea o es culec@. Sectores de acá y de acullá se mezclarán con un solo objetivo: no perder. Diría un amigo:” no importa si el gato es azul, rojo, verde o amarillo, lo importante es que cace ratones”.

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida!

hay un tufillo leve, un pequeño efluvio, de una venganza maquiavélica en andas. Lo vengativo y lo maquiavélico, insisto, sin tener necesariamente una connotación negativa.  A buen entendedor, pocas explicaciones.

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