Olor a azufreLa pestilencia del poder perdido

Por Stella Ramírez G.
Ayer, durante la instalación de la nueva legislatura, la congresista Lina Garrido desempolvó una frase célebre: “huele a azufre”. Se la copió a Hugo Chávez, ese personaje que —con todos sus excesos— al menos no carecía de discurso propio.
Garrido, en cambio, sin ideas ni argumentos, echó mano de una línea prestada y la lanzó al micrófono como si fuera pólvora. Porque cuando la razón se agota, el grito se convierte en escudo. Y cuando se esfuma la decencia, aparece la vulgaridad.
Pero el hedor al que aludía no provenía del presidente ni de la comitiva que lo acompañaba. El verdadero olor a azufre salía de las curules ocupadas por una oposición que ha cambiado la política por la histeria.
Ayer no vimos un acto legislativo. Vimos una escena de rabia cruda, de voces desaforadas que en lugar de debatir aullaban, en lugar de proponer escupían insultos, y en lugar de representar al pueblo defendían viejos intereses.
El discurso de Paloma Valencia fue una exhibición de odio, verdades a medias y mentiras descaradas. Lo de Carvallo, una muestra más de esa decadencia disfrazada de firmeza, donde la falta de discurso es lamentable.
Y ni qué decir de Marlen Castillo, que ayer reapareció para intentar sostenerse en una silla que tal vez no vuelva a tener, ya no está quien la encumbró en la política.
¿Pero que se puede esperar si la misma Marlen traicionó a quien confió en ella?
La decadencia moral y verbal de una parte del Congreso quedó expuesta ante el país.
Algunos, desde sus curules, se desfiguraban en gritos, consumidos por el resentimiento de haber perdido el control del botín. Lo que presenciamos fue un berrinche colectivo, un desahogo grotesco de quienes extrañan ese otro poder, —el que operaba en la sombra, el que aún hoy pretenden proteger —aunque ya no se atrevan a nombrarlo en voz alta.
El Congreso merece otra altura. Debate, no espectáculo. Representación, no pantomima. El pueblo, que observa y recuerda, sabrá distinguir quién está del lado de la transformación y quién se revuelca en el pantano del pasado.
Ayer a pesar del brutal ataque de la oposición, no perdió el presidente, perdieron ellos, porque demostraron de que están hechos.
Sólo queda decir ¡Pobres seres humanos!
