6 diciembre, 2025

Vergüenza tomasina

Por Joaquín De La Hoz Bolaño

El día sábado amigos y familia acompañamos hasta su “última morada” a la tía Luz Ena, al llegar el cortejo fúnebre al cementerio tuve el honor, más bien la pericia, de llevar el ataúd junto a tres parientes más desde la entrada hasta su bóveda, algo que debió hacerse sin dificultad con toda la calma del caso, no resultó siendo así.

Fue necesario para este menester llevar un guía que debió hacer un estudio previo entre calles estrechas de tumbas torcidas, agrietadas y roídas, para trazar el camino menos dificultoso para llevar el ataúd. A cada paso que damos nos iba alertando de los vericuetos del camino ¡tremenda peripecia!, luego de una de serie de maniobras, reversas, volteretas y hacer pasar el ataúd por encima de bóvedas, llegamos. Muchos de los acompañantes no pudieron darle el acostumbrado último adiós que se suele dar al difunto antes de cerrar la bóveda, las causas las mismas antes descritas.

En sus rostros se notaba la frustración y la tristeza, tal vez las sentían en forma doble al observar el paisaje estrafalario que delante sus ojos se hacía palpable: esperpento, abandono, insalubridad, sobre construcción, amontonamiento y ridiculez. Es costumbre en nuestra sociedad guardar un solemne respeto por el difunto, pero ante esta situación creo que con el solo hecho de enterrarlo allá, en ese camposanto, ya se le está faltando y con creces. Deberíamos unirnos todos los tomasinos pidiéndole al alcalde y al consejo que dentro las prioridades de esta administración esté el proyecto de la compra de un lote para construir un nuevo cementerio municipal, es necesario, Santo Tomás lo necesita y no lo digo por mí lo pido por la inmensa mayoría de parroquianos.

Soy de los que piensa que uno al morir debería donar los órganos que puedan ayudar a salvar a otros que padecen por falta de un trasplante y luego lo que queda del cuerpo sea enterrado como dice la canción “en tierra bruta donde me trille el ganado” agregándole “donde los arboles con sus raíces puedan nutrirse del más puro abono orgánico”, siguiendo la ley de la transformación de la energía, pudiendo entonces confirmar que “del polvo” venimos y en polvo nos convertiremos. Si así llegase a ocurrir el día que fallezca, sería el muerto más feliz del mundo.

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