De la Segunda Guerra Mundial al Covid-19: un hombre nuevo

Escuchando las noticias sobre el recrudecimiento de la pandemia producida por el Covid-19, en la que nos piden que extrememos las medidas de autocuidado para que el enemigo invisible y hasta ahora invencible no nos mate, me han hecho recordar mi estadía en Hamburgo, Alemania cuando charlando con Walda, una mujer adulta, nativa de esa ciudad Alemana me relataba, los horrores, la ansiedad, el pánico, el desasosiego, que sentía cuando en plena segunda guerra mundial sonaban las alarmas y les avisaban por todos los medios de comunicación que se protegieran que se metieran en los búnkeres pues se avecinaban unos aviones y se produciría en minutos un bombardeo sobre la ciudad contra la población civil, indefensa, – como otra de las barbaridades, atrocidades, de la que es capaz el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios,- fue lo que se conoció como la operación Gomorra, protagonizada por la fuerza aérea Británica y la de EE.UU, que dejó un saldo abultado de personas asesinadas y casi todos los barrios de Hamburgo destruidos; afligida mi amiga me narraba que los bombardeos empezaron entre el 25 y 26 de julio y terminaron entre el 2 y 3 de agosto de 1.943. Llevándose la mano a la cabeza, con la mirada perdida y los ojos llenos de lágrimas, con voz sollozante y entrecortada me contaba que durante los bombardeos se emplearon tanto bombas explosivas como incendiarias. Las primeras destrozaban los tejados de los edificios, de modo que el fósforo de las segundas caía directamente en el interior de las viviendas y en los huecos de las escaleras. Estos, casi en su totalidad de madera, propagaban el fuego hacia el interior de las plantas subterráneas, de modo que las casas ardían completamente hasta los cimientos y salían entonces corriendo, teas humanas dando alaridos, envueltas en llamas como antorchas, por montones, presentando una escena dantesca, macabra, de la destructividad humana que jamás se borrará de su mente.
Cada ataque se centraba siempre en un determinado sector de la ciudad. El punto de referencia principal era la torre de 147,3 m de la St.-Nikolai-Kirche, cuyas ruinas no han sido reconstruidas y sirven hoy en día de monumento y recordatorio de la Operación Gomorra.
Los búnkeres construidos para la protección de la población sólo podían ofrecer en esta fase final de la guerra, una protección limitada; a lo largo de la misma, las bombas se iban haciendo cada vez más grandes, de modo que los búnkeres apenas podían ya resistirlas. La falta de oxígeno provocada por los incendios provocó también la muerte por asfixia de muchas personas encerradas en ellos.
La cantidad de víctimas de la Operación Gomorra, aún no ha podido ser determinada con exactitud. Hasta el 30 de noviembre de 1.943 se recuperaron 31.647 cadáveres, de los cuales 15.802 pudieron ser identificados. Los responsables de la defensa antiaérea de la ciudad cifraron entonces el número de fallecidos en 35.000. Historiadores modernos cuantifican el número de víctimas de la operación en 34.000 muertos y 150.000 heridos. Alemania firmó un acuerdo en el que se rendía y abandonaba sus fines de conquista, con el cual se puso fin a la guerra mundial en Europa.
Ahora con el Covid-19 he vuelto hablar con mi amiga alemana Walda, y me ha dicho, angustiada, llena de espanto e incertidumbre que si bien sobrevivió a la operación Gomorra de la segunda guerra mundial no sabe, si logre sobrevivir a la pandemia desatada por el Covid-19, el enemigo público número uno, para toda la humanidad con consecuencias políticas, sociales y económicas peores que las de cualquier guerra mundial, pues este es un enemigo oculto invisible, traicionero, que te puede llegar camuflado en la persona que tu más amas, en la que más confías, la que te ha sido toda la vida leal, honesta y sincera te lo puede transmitir, sin proponérselo incluso, tratando de evitarlo y matarte sin contemplación. El Covid-19, no va a firmar ningún acuerdo con nadie, para dejar de infectar a la humanidad, máxime si los gobiernos no financian las investigaciones tendientes, si bien, no a su eliminación por lo menos a la disminución de su letalidad. Y lo que es peor, el derecho a tu salud, que es algo subjetivo todavía, pues no es un deber para quienes tienen la obligación, de garantizar y protegerlo, ya que, quien no tiene dinero para acceder a una IPS o a una cama en la UCI, cuando el Covid-19 lo ataca, se muere en la puertas de la clínica, o del hospital donde “el sistema” no lo recibe porque no ha pagado la cuota mensual de la salud si es afiliado, si no lo es, se muere sin atención médica ante la mayor indiferencia e indolencia de los “ héroes” de la salud, que están en la primera de fila “luchando” contra el maldito virus.
Después del Covd-19 ya no se puede ver la vida de la misma manera, para muchos será de incertidumbre, deberán seguir el camino a tientas y a oscuras, con el alma enardecida, ciega sin lazarillo bajo el azul cielo, llena de penas, al estar solas errante en el sendero y llevando a cuestas el peor de los daños: ¡no comprender la vida! por haber perdido su guía, su norte, personificado en la persona amada muerta, por el letal virus. Para otros quienes tienen la capacidad de resiliencia seguirán CREANDO UNIVERSOS NUEVOS. como un proceso de baño comunitario y cultural, que debe responder a tres modelos que lo expliquen: un modelo «compensatorio», otro de «protección» y por último, uno de «desafío».1 Asimismo, para que la resiliencia pueda tener éxito de modo aceptable para la sociedad a pesar del estrés o de la adversidad que implica normalmente un grave riesgo de resultados negativos la vida no puede seguir siendo un proceso de competitividad donde la persona debe adaptarse positivamente a las situaciones adversas sola, sino un proceso de colaboración y solidaridad, donde al “yo egoísta,” lo destierre de una vez por todas “el GENEROSO NOSOTROS.”
Para mí, los que queden o quedemos vivos solo con el amor podremos salir de la adversidad en la que nos encontramos ya que el amor te hace maestro, cuando lo utilizas para crear los universos nuevos donde brillen nuevas ideas en armonía con el universo, pronunciadas y creadas con palabras humildes, que reemplacen la balas y puedan transformar nuestra realidad social, poniendo a un mismo nivel, el castizo refrán y la cita culta, a fin de acabar con los antagonismos que nos dividen e impiden que tengamos una vida de colaboración, capaz de construir la armonía que deben tener los demás corazones, en concierto con el nuestro, para que así corra la savia del universo, a fin de que broten y hagan del vientre de la humanidad, una cuna celeste donde un ser humano nuevo bueno, se geste y nazca con el ideal de que la dialéctica de las ideas, debe acabar con la dialéctica de las guerras, los genocidios , la masacres, pues en el mundo cabemos todos en términos de igualdad real y no formal, ya que el COVID-19 nos ha demostrado que nuestra organización social actual es débil, vulnerable, por ser antinatural y proterva.
