6 diciembre, 2025

El carnaval en los tiempos del COVID

Por: Humberto Fernández Núñez.

Ahora que se acerca la temporada de carnaval, han empezado a surgir una serie de encuestas en las que se indaga si es conveniente hacer un carnaval presencial o uno virtual. Yo que he calculado que, dado el desarrollo de las circunstancias, se hace prácticamente imposible —y hasta insensato— pensar en un carnaval presencial, voy centrarme en la certeza de que los carnavales del próximo año serán virtuales y en razón de ello voy someter a consideración mi propuesta de que aprovechemos el concepto de economía naranja (tan de moda en los últimos tiempos) para lograr un evento de la altura que se merece Santo Tomás y que a la vez no resulte tan esquilmado el rubro de cultura que en su mayoría están dedicados a dicho evento.


El origen del concepto de economía naranja apareció por primera vez el 30 de octubre del 2013 cuando el Banco Interamericano de Desarrollo lanzó el libro sobre economía creativa y cultural titulado “La economía naranja”. En esencia la economía naranja es un sistema que recorre de manera transversal todos los sectores de la economía centrándose fundamentalmente en el aspecto cultural y de la industria creativa relacionada con las artes en general: el turismo, las artes visuales, el diseño, la publicidad, el desarrollo de software y los servicios de tecnología de la información, entre otros. La idea de economía creativa fue definida por John Howkins en su libro de 2001 “La economía creativa: cómo las personas hacen dinero con sus ideas”. Este libro es el que le concede a la propiedad intelectual el valor de bienes y servicios, es decir que las ideas logren generar dinero.


El gobierno de Colombia se ha esforzado en poner en marcha este concepto en nuestra sociedad y hoy muchas fundaciones y grupos culturales han conseguido recursos para ejecutar todas aquellas actividades basadas en ideas innovadoras que pueden materializarse en bienes y servicios culturales cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual. Asimismo pueden acceder a créditos las personas naturales o jurídicas que hayan establecido un plan de negocio y mediante los mecanismos que ofrece la banca de segundo piso a través de Bancoldex conectar con entidades financieras de primer piso —e inclusive con cooperativas o cajas de compensación familiar— para tramitar créditos con intereses muy bajos tal y como lo viene promoviendo el gobierno nacional por medio del Fondo Nacional de Garantías, quien respalda estos créditos. Cabe resaltar que antes de la emergencia sanitaria el respaldo de estos créditos era de hasta un 60%. Hoy dicho respaldo se ubica en el 90 % de la totalidad del crédito, es decir que para estos préstamos no se requiere presentar codeudor o fiador.


En ese contexto, las entidades territoriales pueden servir de articuladoras mediante alianzas estratégicas o a través de convenios interadministrativos donde se vinculen a personas jurídicas o personas naturales para que accedan a un capital semilla e inicien un plan de trabajo vinculado a lo cultural. Los alcaldes como representantes legales de las entidades territoriales —a través de las oficinas de desarrollo económico o de quien haga sus veces— podrían servir no solo de facilitadores sino también de impulsores de entes culturales como la Corporación Autónoma del Carnaval de Santo Tomás para hacer uso de este mecanismo (que esta vez, dada la situación de pandemia y el matiz innovador que le concedería el mecanismo de la virtualidad) en el que encajaría perfectamente.


Es esta, pues, la propuesta que someto a su consideración y que me parece más que pertinente teniendo en cuenta que estamos ante un evento que no solo ha sido declarado patrimonio cultural de la nación —a través de la ley 1353 de 2009 que todavía se encuentra vigente sino que es también el evento cultural que más proyección, nacional e internacional, le otorga a nuestro municipio.

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