Esas tareas escolares que nadie entiende

Las tareas o trabajos o actividades escolares desarrolladas por los estudiantes en casa no son un capricho del docente. A través de ellas se refuerzan o ejercitan los conocimientos, las habilidades, las destrezas o las actitudes y aptitudes que el maestro pretende orientar en el alumno. Son indicadores del avance académico de los niños y adolescentes. Abren oportunidades para que el profesor plantee correctivos. Le permiten al padre de familia hacerle un seguimiento a los contenidos y a la calidad de educación que reciben sus hijos. Impulsan la interacción entre todos los estamentos que conforman la escuela. En fin, observadas desde el bien que hacen, las tareas escolares son un requerimiento, una herramienta didáctica, una necesidad para el proceso de aprendizaje. Sin embargo, parecen convertirse, a veces, en un fácil mecanismo utilizado por el maestro para mantener ocupado al estudiante y, de paso, al padre de familia. Y lo logra, por cuanto con mucha regularidad, se ve al adulto tras la solución de un trabajo que le asignaron a su hijo o acudido.
Me he topado con diversidad de tareas escolares: muchas que son verdaderas joyas de la pedagogía, otras imposibles de solucionar, unas que causan risa, algunas que delatan el bajo nivel intelectual del docente que las asignó y el caos laboral que él mantiene, unas cuantas que provocan rabia… otras y otras más.
Con mucho respeto, y lejos de ser yo una autoridad en este tan delicado tema, les recomiendo a mis queridos colegas que, al encargar una tarea o trabajo escolar, o como prefieran llamarlo, tengan en cuenta, por lo menos, lo siguiente:
1. Asignarles tareas a los estudiantes, no a los padres de familia.
2. Aportarle al alumno, las herramientas necesarias para desarrollar la tarea (derroteros para asumir lo encargado, bibliografía de fácil consecución, páginas web).
3. Guardar coherencia entre los contenidos desarrollados en clases y el material de la tarea.
4. Mantenerse dentro de los márgenes del objetivo de la tarea. ( No olviden que toda tarea incluye uno o varios objetivos).
5. Tener en cuenta la edad, el nivel educativo, las condiciones socioeconómicas y, en fin, todo el entorno del alumno.
6. Seleccionar tareas atractivas para el estudiante, de manera que él las disfrute,
7. Señalar tareas que le permitan al padre de familia o al acudiente, el papel de acompañante, no el de usurpador de las responsabilidades de su hijo.
8. Sincronizar la calidad y la extensión de la tarea con el tiempo que se da para entregarla.
9. Revisar, comentar y valorar la tarea. Se desmotiva, en grado sumo, un estudiante cuando el docente no chequea los trabajos del alumno. El niño y el adolescente consideran que sus esfuerzos son tirados al cajón del olvido.
Es tiempo de erradicar esa falsa creencia de que lo difícil construye sabios. Bien afirma Ortega y Gasset que “la grandeza del filósofo consiste en hacer fácil la filosofía”. Frase que trasladada a la educación podría leerse así: “la grandeza del maestro consiste en hacer fáciles y efectivos los caminos por los que el alumno transita”.
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