6 diciembre, 2025
Por Félix Pizarro Salas

“Ningún amor es tan grande como el que siente un padre por su hijo”, Dan Brown.

Me gradué de padre el mismo día del nacimiento de mi primogénito. Qué casualidad: en la misma fecha, él recibió el título de hijo. Después, me otorgaron diplomas de magister por logros semejantes. Incluso, gozo de un doctorado en la materia. Hoy, al referirme a los hijos, me atrevo a decir que…

Engendrarlos o concebirlos o parirlos, reír y llorar por ellos, sufrir sus dolores más que los nuestros, reconstruirnos niños en sus juegos, envolvernos en las banderas del sacrificio, olvidarnos por ellos de la diversión, verlos crecer, orientarlos hacia buenos senderos, hacerles entender que sólo el amor nos salvará, transmitirles lo que aprendimos y lo que no aprendimos, seguirles sus pasos para evitarles caídas, martillarles segundo a segundo cómo enfrentar el mundo sin desesperación, con entereza y con la frente en alto, jactarnos alguna vez de sus logros, permitir que de vez en cuando los globos del orgullo exploten en nuestras manos a causa de una conquista de nuestros chicuelos y ahí, siempre ahí, sin que superen jamás el cerco de su verdadera residencia: nuestro pensamiento. Siempre dispuestos a darles un tirón de orejas y a perdonarlos y a permitirles otro error y a perdonarlos otra vez… siempre ahí, metidos en el tiempo que ya no nos pertenece, dándonos satisfacciones y preocupaciones, haciéndonos estirar el presupuesto, arrancándonos los años, llevándose el hálito de nuestra existencia… Así, atreviéndonos a verlos partir y regresar… verlos partir sin haber comprado el boleto de retorno y sin saber si estaremos aptos para recibirlos en su próxima visita… ¡Es la vida, es el amor, son los hijos! ¡Qué dicha tenerlos y disfrutarlos! Aunque los muy vergajitos nos hagan derramar tantas lágrimas. Lágrimas que se secan con las sonrisas y las palabras pícaras que sólo ellos saben fabricar. ¡Qué vaina! ¡Los hijos! ¿Y si no es para ellos, entonces para quién vivimos? Al final, “son de nuestra vida la prolongación”. ¡Son los verdaderos amos de nuestra vida! ¡Gracias, hijos míos, por darme el placer de amarlos y sentirme amado por ustedes!

ferpis123@hotmail.com

6 thoughts on “Los hijos

  1. FETRIX, RECARGADO Y CON EL VATE EN EL HOMBRO. DIGO… EN EL CEREBRO. LOS DÍAS ACIAGOS NOS ABREN NUEVOS HORIZONTES DE LUZ. ESTE SIN DUDA, EN MI HUMILDE OPINIÓN , HA SIDO UNO DE SU MEJORES ARTÍCULOS. UN ABRAZO ESTIMADO FELIX.

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