23 octubre, 2024

De la indisciplina social en tiempos del coronavirus

Por. Pedro Conrado

“El 20% de los capitalinos creen que no serán infectados por Covid 19.”

La conducta humana irracional de los colombianos quizás tenga sus antecedentes en unos gobiernos relajados y sociopáticos, que se representan a sí mismos y hacen lo que les da la gana en contra de las mayorías y los  más desprotegidos de la sociedad. Quien lea por causalidad la prensa nacional o regional quedará impactado por inocente, o indignado con las noticias de corrupción si es un ciudadano crítico de este país.

En 200 años de historia nacional poco es lo que le ha cambiado la vida a la mayoría de los miembros de la sociedad civil colombiana. Los apellidos gobernantes son los mismos con las mismas: Ospina, Santos, López, Pastrana, Lleras, Galán, Gaviria, Uribe, Chard. Quítate tú para ponerme yo. Es la maldita filosofía e ideología de los que nos gobiernan históricamente. Ellos son los ejemplos del desgarro institucional, el cinismo, la hipocresía, la corrupción y la conducta anómica. 

En todos estos tipos de conductas hay de donde escoger. Y los indisciplinados sociales del coronavirus son los que de alguna manera padecen el fenómeno sociológico de la anomia; ignoran que violar la cuarentena y los cuidados individuales nos puede condenar y llevar al caso dramático de Ecuador, que es el país latinoamericano con el mayor porcentaje de muertos por un millón de habitantes en el mundo: el 132,5%. 

Los ciudadanos más desvalidos y vulnerables del país han crecido creyendo que son ciudadanos de tercera, sujetos desechables del régimen. En lo único que creen es en Dios, pero no en la vida. Su práctica existencial los ha llevado a esa conclusión, que morirse es como vivir, nada, y tal vez esta percepción inconsciente la llevan a todas partes y en cualquier situación de la vida la destapan. 

Creo que ese desprecio es político y lo experimentan en elecciones cuando los compradores del voto los tratan como otra mercancía más de las leyes del mercado. 

Y no es necesario pensarlo, sino sentirlo.

Si logramos comprender esto, entonces no es más fácil explicar la indisciplina social de las gentes mientras se corre el peligro de la muerte en tiempos del coronavirus.

El capitalismo neoliberal, este capitalismo salvaje de los últimos 25 años, ha ponderado, exacerbado, lo individual contra lo comunitario, comportamiento reforzado todos los días en los medios de comunicación de masas, en la competitividad del sistema y el consumo. Lo insustancial contra lo sustancial. La vida Versus la economía. Esta cultura del ego y lo narciso ha salido a flote y nos ha explotado en la cara. De ahí la conducta del descuido personal y el egoísmo individual acendrado, ese que no le importa el otro. En palabras de Byung-Chul Han, el imperfecto culto al yo.

El consumo capitalista les ha hecho creer ideológicamente a las gentes que vivimos en una especie de paraíso, un lugar sin conflictos. Es decir, solo contradicciones existenciales que las resuelven la competitividad, la producción y el trabajo. Todos pueden así tener lo que quieran y muy rápido si trabajan. Pero esto es un eslogan perturbador porque la gente termina creyéndolo. Y porque no hay ninguna clase de contradicción entre salir a la calle y el coronavirus. Los mata el sesgo de confianza desarrollado en un mundo sin lógicas. 

El problema es que se irrespeta el protocolo del cuidado humano y el individuo anda por ahí como quien tiene un revolver cargado y sin seguro en el cinto. En cualquier momento se precipita el desastre. 

Otro problema serio es que en las sociedades nuestras no se ha desarrollado formativamente la cultura del cuidado humano. No sabemos cómo cuidarnos y ni siquiera la misma palabra –cuidado- se usa para la formación desde la primera infancia, e incluso ni en el resto de la vida familiar y escolar de la persona. Adolecemos del desarrollo de un estado de bienestar que involucre salud, familia, escuela y salario. Y sin política de seguridad social es imposible generar los cambios que transformen la vida de las mayorías y los más vulnerables.   

El fenómeno de las falsas noticias también tiene un peso extraordinario en la indisciplina social del individuo, porque crea confusión y los convierte en sujetos indefensos cognitivamente hablando, ya que aceptan la mentira, la discuten en grupos, la difunden y lo que es peor, los relaja. 

Me estoy preguntando si con los sujetos indisciplinados de hoy y de siempre se pueden realizar cambios, cuando ellos mismos son incapaces de comprender por qué arriesgan sus vidas.

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