De Las Evidencias Al Conformismo
Por: DIOBALDO CESAR HEREDIA GUTIERREZ

Las falencias cognitivas o el analfabetismo parcial constituyen el común denominador del ser humano en la actualidad y en el pasado, las creencias superan con creces nuestros saberes en la era del silicio, la disrupción tecnológica ha cambiado el modus vivendi, somos obsoletos programados y además perfilados en la nube (o en el cielo); nuestros estudios no nos habilitan para el trabajo, cuando nos graduamos en alguna profesión nos espera una permanente actualización o especialización en la búsqueda de un nicho o experiencia en la que sabremos eficazmente de un fragmento de la ciencia, de la tecnología o la técnica; un oficio para vivir.
Humberto Eco, sostiene por boca del protagonista de su novela, “Numero Cero”, que “Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores.”. El personaje, un perdedor compulsivo, en palabras de su exesposa, es un documentalista golpeado por la mala vida, que es llamado a dirigir un periódico insidioso que indaga en archivos secretos de las altas esferas del poder civil y del eclesiástico para agregarle suposiciones mentirosas y chantajear.
Acaso interpreta Humberto Eco a Darwin cuando sostiene que “la inteligencia se basa en lo eficaz que las especies se vuelven al hacer las cosas que necesitan para sobrevivir”. El calificativo de malo o bueno de un acto, es una construcción moral y luego ética del humano poderoso que ayuda al buen vivir, pero, ¿quiénes han construido e impuesto esa escala de “valores”? La respuesta es obvia: Los poderes de turno, esa triada de ricos, religiosos y políticos convencidos en la tautología que, “todo se compra, el fin justicia los medios”.
La corrupción autorizada, los mafiosos en el congreso, el defraudador en el gobierno y en la cárcel sólo ladrones de gallinas, cerdos y vacas. Las personas decentes seguirán votando a los truhanes en una vida llevadera hasta el conformismo y mañana, será otro día. El parecido de estas reflexiones analíticas sobre la novela de Eco, ¿tienen algo en común con el contexto social que vivimos en América?, la afirmación también es obvia, la corrupción es una ideología que recorre en orbitas de izquierda a derecha o de arriba y abajo en movimiento elíptico, con el centro de gravedad en el dios dinero. Es sistémica, hasta el negocio de la guerra ha sido santificado y el sufrimiento colateral de las victimas compensado con la promesa de salvación. El hambre y la peste constituyen el castigo impuesto por un narciso elevado a la categoría de príncipe.
Necesitamos un sistema simple y radical, las flamantes elites despóticas no llegan al poder solas, además de actuar bajo teorías conspirativas, de polarización y beneficios exclusivos a sus copartidarios que les permiten alcanzar cuotas de riqueza y poder en el paso por el estamento. Hoy bajo el pavoroso alcance de las redes sociales y de medios de comunicación carentes de valores éticos venden falsedades a su antojo y conveniencia. Los ganadores son los truhanes.
Las mal llamadas revoluciones, no lo han sido, terminaron en una camarilla o rosca que convirtió el discurso vendido (utopía) en distopia. El mundo, que funciona como un sistema complejo, en la actualidad tiende hacia la entropía o el desorden, de donde vinimos. La esperanza en medio del caos, es que emerja un orden reparador y justiciero.
Un observador neural diría que actuamos en contra del sentido común, en contra de las leyes vigentes y poco eficaces en que hoy se basa nuestra convivencia; somos sordos, mudos, ciegos e ignorantes a conveniencia, auto manipulación que muchas veces raya en cinismo o narcisismo en los actos de comunicarnos. Mas allá del verbo se esconden una serie de reacciones emocionales como tristeza, alegría, miedo, ira, asco y sorpresa imposibles de ocultar a nuestro interlocutor; “lo que pasa en la mente, el cuerpo lo somatiza”, dicen los neuropsicólogos; las neuronas espejo son parlanchinas. El observador sabe distinguir a quién tiene en frente, no necesita escucharlo, sólo observarlo, el discurso cubre la formalidad del arreglo.
A pesar de las evidencias y como no nos las sabemos todas, nos adaptamos a los extremos, nos acomodamos; suena a conformismo; involucionamos, pero es que el contexto sigue igual, sin cambios positivos reales.
Nota: Artículo publicado en agosto de 2022, retomado en junio de 2025