26 julio, 2024

El poder y los poderosos

Por: Pedro Conrado Cudriz

Se repite en los medios de masas del país – radio, televisión, prensa escrita…-, que el expresidente Álvaro Uribe Vélez es una persona poderosa. Qué veinte políticos del mundo lo defiendan como héroe en una entrometida carta y además irrespetuosa del sentir nacional, es un guiño al poder y a la oscuridad, a su poder. O que Vicky Dávila lo diga como lo dice ahora en Semana, provoca miedo e incluso pánico. ¿Poderoso para intimidar? ¿Poderoso para creerse la ley? ¿Poderoso para hacer lo que le de la gana? ¿Poderoso para irrespetar la autonomía de la rama judicial? Sí es así, es poderoso, pero contra el mundo, contra todos, contra la sociedad colombiana, contra sus amigos, contra el poder que él mismo se inventó en estos últimos veinte años. Cito por ejemplo, el artículo que él mismo promovió para ser incorporado en la CPN: Acto legislativo 001 de 2009: Art. 134: “Constituyen faltas temporales, que dan lugar a reemplazo, la licencia de maternidad y la medida de aseguramiento privativa de la libertad.”

Esta clase de sujetos poderosos son transitorios, pero peligrosos si no existe un orden judicial imparcial y autónomo que los detenga.

El poder al servicio del mal.

Y sí, a los poderosos los hemos visto y sentido. Sin embargo, al final del camino caen después del exabrupto, o de los brinquitos epilépticos del poder, o el grito del eructo, o de la sangre derramada en todo el territorio y después del odio que inspira entre la gente decente, que no tolera la guerra ni a los guerreros, después del mal gobierno y el poder al servicio de la megalomanía, y sin excluir la sociopatía.

Los poderosos existen porque existen los indecentes y los pusilánimes, los esclavos de la ignorancia, los indiferentes, los ignorante de la pobreza, los decentes del miedo. Por eso existen los poderosos, creyentes de lo cuadrado, porque han domesticado, aterrorizado y alienado una gran parte del país y del mundo.

Así como el amor no es para todo el mundo, así mismo, el poder. En la mayoría de los casos cae en  malas manos, en manos criminales. El lado oscuro o degenerativo del que habla Adam kahane en Poder y amor, “es el poder-sobre, el robo o la supresión de la auto-realización del otro… El poder-sobre abusa de la fuerza y la compulsión para suprimir u oprimir o dominar al otro.” De esta clase de poder no se puede esperar clemencia. Ha sido desviado para que crujan los huesos del que se les oponga. Como bien lo sostiene Eduardo Galeano en El libro de los abrazos: “… El prójimo es un competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o una cosa para usar. El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar…”

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