ORIGEN DE ALGUNAS EXPRESIONES POPULARES
No, no entraré aquí a transitar por diferencias conceptuales entre vocablos que el hablante suele usar indistintamente. Las citas que mencionaré prefiero rotularlas como simples expresiones populares, aun a riesgo de cultivar dudas en lectores acuciosos que no perdonan en el área y, a través de saludables correos electrónicos, me remiten juicios críticos que asumo con agradecimiento. No faltará la voz que se levante para decir que “ese no es un refrán sino un proverbio” o “¿no ves que citaste un adagio en vez de un refrán?” o “ese es un dicho”.
Hablemos entonces del origen de unas cuantas expresiones populares:
– No hay tutía que valga.(Olvídese de la hermana de uno de sus padres).
Según la RAE (Real Academia Española), órgano rector de la lengua castellana, la atutía es un ungüento medicinal hecho con óxido de zinc llevado a España por los árabes, quienes lo empleaban para curar casi todas las enfermedades. Cuando una persona se encontraba en grave estado de salud y no había opción de mejoría, el vecindario, para indicar la proximidad del fallecimiento, decía: ya no hay atutía que valga. Expresión que con el uso se convirtió en no hay tutía que valga.En la actualidad, indica que una situación es irremediable. Quizás para el gobierno del doctor Duque ya no hay tutía que valga. ¿O sí?
– Aquí hay gato encerrado.
Hace unos cuatrocientos años, los españoles utilizaban un pequeño talego fabricado con piel de gato en el que guardaban monedas. Para referirse al dinero, los ibéricos usaban la palabra gato, tal como ocurre hoy en nuestra costa norte con el vocablo “tula”, objeto usado para transportar plata… “Juan tiene la tula” significa, para cualquier costeño, Juan tiene dinero. En la España del siglo XVII, si un funcionario vendía su conciencia para favorecer a otro individuo, el beneficiado, por debajo de la mesa, entregaba una paga al trabajador público en monedas contenidas en un gato (bolso o pequeño monedero). Así, cuando se sospechaba que existía un “cruce”, la ciudadanía afirmaba: aquí hay gato encerrado. Expresión que en los días presentes, los hablantes emplean para indicar que hay algo oculto u oscuro en una negociación o en cualquier otro evento.Sería bueno averiguar si en Colombia existen gatos encerrados en las obras públicas de gran envergadura.
– Está en bancarrota.
Una persona o una empresa se declaran en bancarrota o quiebra si les es imposible cubrir sus compromisos económicos con los recursos disponibles o con los que potencialmente adquirirán.La palabra bancarrota es de origen italiano, banca rotta, y, traducida al castellano, “banca rota”. El término nace por allá por el siglo XVI entre venecianos y florentinos (no confundir con floripondios), cuando los prestamistas, para atraer clientela, se sentaban en una banca y ponían sobre una mesa el oro y el dinero que poseían. Si el negocio se mantenía próspero, la sonrisa del agiotista crecía tanto como su capital. Si sucedía lo contrario y el negociante perdía el precioso metal y el efectivo,o sea “quedaba mondao”, debía romper – por disposición legal – la banca donde se sentaba para que la ciudadanía se enterara de la siempre triste desgracia y desistiera de comerciar con el pobre “quebrao”. “Está en bancarrota”, decían para referirse al estado económico del “llevao”. Entre nosotros, existen empresas que al declararse en bancarrota reciben del erario pequeñas ayudas consistentes en cientos de millones de dólares.
– Soplar y hacer botella.
Reconocida en toda la bolita del mundo por la fabricación de los más costosos, famosos y perseguidos cristales, en la Laguna de Venecia se encuentra ubicada la isla de Murano, donde a principios del siglo XIX, los artesanos se levantaron en protesta de brazos caídos para exigir mejor remuneración en “te vi llegar” y reconocimiento de sus dotes artísticas, dado que ciertos avivatos se apropiaban del trabajo de los sudorosos magos del cristal, comerciaban con la realeza europea, obtenían descomunales dividendos y a los verdaderos hacedores de las maravillas de vidrio sólo les quedaban cansancio y unas pocas monedas para, a duras penas, satisfacer sus necesidades básicas. “O miti y miti o no hacemos un carajo”, dijo uno de los que solicitaban mejor trato. A lo que el más echaopa’ lante de los avispaos respondió que se dejaran de vainas, que ese era un trabajo muy sencillo y, por lo tanto, la paga que recibían era suficiente. Fue cuando el líder de los artistas agarró por la oreja al explotador, lo condujo hasta uno de los talleres y le demostró que para fabricar las hermosas piezas, se requieren talento artístico, destreza manual y un par de pulmones con los que sea posible, con la boca cerrada en un 95% de su abertura total, lanzar a través de una delgadísima cánula el aire suficiente para darle forma al vidrio calentado a más de mil cuatrocientos grados centígrados. El artista pronunció la imborrable frase “es que usted cree que na’ ma’ es soplar y hacer botella? No señor, esto demanda trabajo”. Desde entonces, los cristaleros de la isla de Murano reciben justo pago. Así le sucede a cierto mandatario de un país latinoamericano, quien cree que administrar consiste en soplar y hacer botella.
Excelente e interesante
A los temas que aborda Feliz en su artículo quisiera agregar otro que también ha generado controversias de vieja data. Cómo suele ocurrir con las expresiónes: “vaso de agua” y ” vaso con agua”que como las anteriores mantiene polémica, a pesar que la RAE, (máxima autoridad de la lengua española), ha determina que las dos opciones son válidas, pero lo normal es decir «vaso de agua». La preposición «de» no solo introduce complementos de materia («vaso de plástico»), sino también de contenido material («vaso de leche, de vino, de agua»…). En las boticas (antiguas farmacias) de pueblos y ciudades, los boticarios preparaban a petición de sus clientes “vasos de agua” que eran mezclas de diversos compuestos orgánicos y químicos para curar sus dolencias. Esta práctica, no tan común, pero que aún subsiste en menor escala, conserva los principios de aplicación de sus antecesoras. En esos tiempos un “vaso de agua” solicitado al boticario tenía una connotación diferente a la que tiene hoy y si su validez, es idéntica como afirma la autoridad rectora de la lengua, se debe en parte a la casi desaparición de esa práctica en las boticas, ya casi en extintas. Las diferencias para algunos que se resisten a darle identidad a los términos, estriba en las preposiciones “de” y “con” que enlazan a estas expresiones.