26 julio, 2024

Política y emociones, lo que nos dejarán las pandemias

Por: Diobaldo Heredia Gutiérrez

Entendida la política como el arte de conducir la administración del Estado con acciones que redunden en el bienestar de la población y frente a los sistemas de administración (ejercicio del poder político delegado del pueblo y para el pueblo) la humanidad ha venido defendiendo la democracia como el que mejor brinda garantías al ciudadano participante y actuante para conseguir ese bienestar; traducido todo ello en generación de oportunidades ascendentes para que los mejor calificados accedan a ellas y se traduzca en una administración eficiente, eficaz, igualitaria, competitiva y en ultimas en un desarrollo económico sostenible (según definición de las Naciones Unidas y sus Objetivos).

La independencia de poderes o como se insinúa a menudo, sistema de pesos y contrapesos para el ejercicio del poder, con el control de los ciudadanos, de los sistemas jurisdiccional y legislativo y organismos de control; en el discurso o en la constitución y las leyes, constituyen la esperanza de todo el pueblo, si se cumplen.


No deja de ser causal de frustración para una ciudadanía que no puede participar y actuar por los canales legales establecidos, cuando es desoída e ignorada por parte de los gobernantes, apela entonces a la protesta social, donde se cuecen emociones negativas justificadas por verdades acuñadas hace tiempo. Aseguran los sociólogos que la masa es anónima, los anarquistas lo saben, ante el grito de uno de ellos aflorando la emoción negativa de odio, frustración, humillación o desesperanza, la masa se unifica y daña, el miedo entonces hace el resto; inventariando esas causales, sin que estén todas, enumero algunas:


Para nadie es un secreto que todo se compra y se vende en esta Colombia del sagrado corazón, desde la curul, el puesto inmerecido, las emociones negativas y hasta la vida y la muerte; porque las emociones positivas no reditúan y se parecen a la lambonería cuando se resaltan; y eso lo saben los medios; los desastres se venden mejor que los éxitos. La vida es un mercado. Es una perogrullada decir que los políticos son deshonestos y corruptos, su proyecto no es el que recitan antes de las elecciones, ante el pueblo ignorante, porque ciudadano que se respete así mismo, hoy no quiere escuchar a políticos; lo que invierten en campañas lo reditúan mejor que los bancos; los contratos de la palabra empeñada, al estilo de su par de negocios, la mafia, o respaldados por pagarés, contratos en participación ocultos, constituyen la combinación o confabulación ampliamente difundida por los medios de comunicación. ¿No es esta perversidad frustrante o decepcionante para la ciudadanía? La oportunidad de ese político para llegar al cargo no estuvo en sus capacidades, sino en el torrente de dinero que usó para comprar la libertad electoral del ciudadano. Los políticos se empoderan y sus discursos tampoco coinciden con sus órdenes o actuaciones en la sombra, hacerse de la vista gorda para algunas situaciones, es una política no formal con un lenguaje picaresco.


Para no cansar a los lectores, a manera de resumen de las frustraciones que sufre nuestra sociedad, que son objeto de intereses delictuosos para funcionarios o políticos y que deben constituir la prioridad a solucionar o corregir por el Estado ”Democrático”, que no en la permisividad ni el tráfico de influencias, señalemos: combatir sistemáticamente, el alto desempleo principal recurso de nuestra clase trabajadora para su subsistencia, los injustos e inequitativos sistemas de salud, el tributario; que favorece el incremento avaro de la riqueza de los ricos; el de justicia sin normas claras que favorezcan el consenso entre las partes, el carcelario; mafioso que vende comodidades al poderoso y discrimina al pobre ladrón de gallinas; el de control que va por su coima para precluir o archivar, el de meritocracia y no de roscas de apellidos “ilustres”, el policivo empoderado para el abuso y la coima antes que brindar tranquilidad y seguridad al ciudadano, el de educación y cultura con énfasis en la gratuidad. Hoy nadie cree en los anuncios de Investigaciones exhaustivas, ni en los gritos de ¡Dolor de Patria ¡o ¡Que tiemblen los pillos¡, gritado por algún presidente o expresidente.

Estamos calificados como una nación violenta y sorprendente, no sé por qué de las más felices, que lleva más de cincuenta años en un conflicto interno, que no pudimos resolver nosotros mismos y sólo con la colaboración internacional se pudo conseguir un acuerdo de paz, contrato social que hay cumplir como política de estado; pero llega al poder un gobierno que en vez de respetarla manipula hacia su incumplimiento. Esta actitud pone en duda las capacidades del gobernante para entender a cabalidad su misión como líder elegido y cumplir el mandato otorgado por “su pueblo” y su constitución, él dirá fue el poderoso dinero. Hay que hacer grandes esfuerzos y destinar recursos para formar ciudadanía en cultura de paz, es problema de un sistema educativo con grandes falencias. ¿Quién nos responde? Un presidente que no se escude en encuestas y estadísticas manipuladas que la mayoría no cree, porque no se trata de percibir creencias sino de hechos susceptibles de comprobar. El cambio pacífico debe darle paso a la ciudadanía activa, sin más concesiones que las que pregona la ley, lo demás es chachara. Hoy las ayudas para los pobres, por lo cual el presidente saca pecho en un programa de televisión dirigido por él no superan el 55% de ejecución.

Los pregones de que “las crisis generan oportunidades” o que la “pandemia nos hará mejores”, no es muy creíble en este contexto, es la relatividad la que gobernará la cercanía a una verdad incontrovertible, las oportunidades serán para los mejores posicionados, hoy, los bancos, los dueños de monopolios u oligopolios, las mineras, las farmacéuticas, las cadenas de alimentos, las tecnológicas, los terratenientes y ganaderos y los ilusionistas. La riqueza global tal como está no se destruirá; pero sigue la alianza perversa entre riqueza influyendo en políticos y políticas de estado. En las personas, de clase media hacia abajo, nadie se salvará de la quiebra o del empobrecimiento, emocionalmente seremos peores que antes, aflorarán las emociones negativas de miedo y humillación que exacerbarán la lucha ancestral por la supervivencia y camino al incremento de la delincuencia.


Nuestro sistema democrático, está en un gran hueco derivado, primero de la pandemia de la corrupción y después con la crisis del coronavirus, a la gente le venden ideas de emprendimiento empobrecedor o lo que se denomina en administración, reingeniería, pero al revés. Profesionales como taxistas, mensajeros o celadores.? La gente del común siente la frustración en las calles, ¿estudiar para qué?; eso no le conviene a los políticos corruptos y al pueblo que se preparó para las oportunidades no le queda sino la frustración. El lado bueno de la pandemia, si lo enfocamos a las familias, han sido cinco meses de encierro compartiendo entre padres e hijos placeres como cocinar, ver películas, leer, trabajar desde casa, etc. Y el lado malo, a los sin familias y sin hijos, sin empleo, los solitarios, los incomprendidos los está tocando el estrés, la ansiedad y la rabia. Es momento de repensar nuestras políticas de estado que garanticen una democracia estable que compacte esta sociedad fragmentada, a pesar de sus distintas ideologías, con un proyecto de inclusión que vaya en la misma dirección del querer ciudadano, de lo contrario concluimos, que no hacerlo sería sumirnos en el atraso a cien o más años de pobreza y anarquía. ¿Lo lograremos? La duda me ronda la existencia, el miedo, la desesperanza, la irracionalidad y la violencia que frenan el progreso, es el punto de partida; donde estamos; la emociones son cruciales para comprender la naturaleza humana y la evolución del mundo.

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