29 marzo, 2024

Un antivalor en la cultura del Caribe

Por Pablo Caballero Pérez

Los antivalores son conductas o actitudes negativas pues resultan perjudiciales para la vida en comunidad. En la cultura del hombre del Caribe Colombiano, se observa como algo innato la extroversión, el bullicio, la algarabía. Esta actitud o conducta que en sí misma puede considerarse positiva o como un valor, se torna en un antivalor, es decir, en algo negativo, cuando toma la vía del Pick-up o de los equipos de sonido porque desconoce los derechos de los demás, vale decir, la vida en comunidad. Desconoce el derecho a la tranquilidad y al sosiego (el derecho a leer, dormir, escuchar, conversar, ver T.V); desconoce, también el derecho a vivir en un ambiente sano (Artículo 79 de la constitución nacional), sin contaminación sonora de la atmósfera, pues el oído humano sólo resiste determinada intensidad del sonido, la cual al ser rebasada resulta dañina para la audición.

La costumbre o práctica social del Pick-up o equipo de sonido a todo volumen, en la puerta de la casa o en un vehículo parece heredada de la época de la bonanza marimbera. Es producto de la mentalidad desarrollada en la sociedad capitalista o de consumo desorbitado en la cual las cosas que usa el hombre son las que le dan valor a éste, que resulta entonces “Cosificado” y enajenado por los bienes de uso que posee: una casa lujosa, joyas, un carro, un equipo de sonido. A la esencia de ser, se superpone el tener. Se rompe así el equilibrio entre el ser, el tener, el saber y el valer. De este modo el hombre no resulta ser la medida de todas las cosas, como afirmaba el filósofo griego Protágoras sino que estas son las que dan la medida del hombre. Surge aquí la sentencia “Vanitas vanitatum, et omnia vanitas”: Eclesiastés (I, 2) palabras con las que el texto bíblico deplora lo hueca y vacía de la mente de muchos humanos.

El código Nacional de Policía /Ley 1801 de 2016) previene y sanciona las alteraciones de la sana convivencia: Dura lex, sed lex (Dura es la ley, pero es la ley). La sana convivencia, pues, requiere prevención y sanción y nada de contemplación con los violadores de la misma.

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