26 julio, 2024

LA SALA DE PROFESORES

Por. Félix Rafael Pizarro Salas.

El bachiller Luis ingresó a la universidad precedido por una fama de muchacho estudioso, pero el peso de la desgracia lo obligó a abandonar sus aspiraciones de convertirse en abogado cuando apenas iniciaba el tercer semestre de derecho. Hoy, Luis y su familia sobreviven gracias al rebusque. Él pinta edificios, casas, hoteles, lugares de recreación y, si se lo piden, hasta el viento pinta. En marzo del 2020, lo encontré, por esas casualidades de la vida, sentado en una de las bancas del Parque Ratos de Felicidad. Me sorprendió su cara de preocupación. “No, no hay derecho – me habló, mientras me estrechaba la mano- camellé una semana en una Institución educativa de niveles primario y secundario. Mi trabajo consistió en pintar la sala de profesores. Por el tamaño del salón, no fue necesario que los maestros desocuparan el recinto: bastaba con mudarse de punto cardinal.Supuse que durante mi permanencia en ese sitio, lograría alguna información importante o sumaría nuevos vocablos a mi esquelético léxico o, por lo menos, presenciaría en primera fila una o más discusiones sobre temas de alto nivel intelectual. Qué va! nada de eso ocurrió: en todos los descansos, tres profesoras discutían sobre la telenovela de moda: que ‘el protagonista es un bollazo y debería quedar con Micaela’, que ‘yo desde las ocho de la noche no tengo que ver con nada ni con nadie… no me pierdo la novela por nada del mundo’. Otro grupo de docentes, hombres y mujeres, se referían a colegas ausentes: ‘te perdiste, mija! Hubieras visto la pinta que trajo, parecía un espantapájaros’; ‘quien ve a la teacher nueva, la de inglés, tirandoselas de santa con uno… la hubieras pillao el domingo en la playa’. Ah, los más jóvenes sólo charlaban sobre deportes: ‘si no convocan a Falcao, la selección no clasifica’; ‘a Cristiano le pagan más que a Messi?’. Caso excepcional el de un profesor que cada vez que entraba a la mencionada sala, pretendía tratar algún tema importante, pero quedaba como loco de carretera: hablando solo Nada interesante encontré en un lugar que congrega intelectuales. Eche, yo pensaba que esa gente hablaba de otras vainas. ¿Cómo te parece?”

Después de despedirme de Luis, reconocí que la sala de profesores es un lugar de distensión, descanso y convivencia, pero también un espacio para el trabajo y para los últimos retoques de las clases a dictar. Un sitio para darle las puntadas finales a la planificación del quehacer pedagógico, donde los docentes deben interactuar con sus pares acerca de diversos temas, en especial aquellos de relevancia intelectual. Al fin y al cabo, la escuela carga la responsabilidad de construir el mañana, y para edificar estudiantes reflexivos, capaces de discernir entre varias teorías que los conduzcan a construir nuevas propuestas, el maestro requiere lecturas que exigen ser pasadas de un educador a otro, mas no como pelotas de tenis golpeadas por raquetas de principiantes, si no con disciplina y maduración, al estilo Nadal o Sampras. ¿Y cuál escenario y cuál público le resulta más propicio y de mayor confianza al docente para expresar desde estado embrionario su creatividad y sus avances críticos y analíticos? Desde luego, su casa laboral (la sala de profesores) y sus colegas. No obstante, en muchas Instituciones educativas de nuestro entorno, ese aposento encarna altas dosis de chismografía, los últimos gritos de la etiqueta, el acontecer social, la vida de los famosos y, en fin, un cúmulo de conversaciones que en nada favorecen el mejoramiento del trajinar académico. En las salas de profesores abundan grupúsculos de marcadas diferencias: los que defienden la gestión del rector aunque pululen los errores administrativos y los que no se identifican con el director a pesar de los aciertos gerenciales, los del 2277 y  los del 1278, los que gozan de una pensión y  los que aún no la han conquistado, los de la jornada de la tarde y los de la mañana, los de primaria y los de secundaria, éstos y aquellos, grupos y más grupos engarzados en una patria boba magisterial.

La sala de profesores, sin requerir rigidez militar, debe ser un templo de la intelectualidad, donde las ideas se debaten con ideas, y los argumentos con argumentos. Un ámbito propicio para que el docente socialice sus lecturas e innovaciones, sus sueños y producciones. Lo anterior no descarta la posibilidad de las conversaciones informales ni la conmemoración de un cumpleaños, por ejemplo, pero si es un llamado para que la mencionada habitación acoja a ese sujeto político, investigador, innovador, líder y por lo tanto dispuesto siempre a hacer de su lugar de reposo un indicativo de que quienes suelen transitar por ese espacio son profesionales de la educación.

14 pensamientos sobre “LA SALA DE PROFESORES

  1. Desafortunadamente la intelectualidad se perdió en el gremio de profes y luego se pretende que los alumnos sean intelectuales, que más podemos esperar

  2. Necesitamos más profesores como usted, muy dedicado. A usted le debo muchas lecciones. Gracias profe. Qué pena que mis hijos no disfruten de sus enseñanzas.

  3. Usted tiene el don de retratar con un relato la realidad.Salio muy mal librado el espacio de la sala de profesores,esa crisis de acadrmia se vive en una sociedad consumista de basura y vanidad.Hay mucho colega con nivel critico y hay otro muy apatico a la criticidad intelectual.

  4. Antes el profesor se preocupaba por enseñar y que le entendieran hoy solo van es a cumplir un horario y si entendió el alumno bien si no entendió también, solo que llegue su día de pago y cobrar
    El 10% si tiene sentido de pertenencia pero a ese si lo critican y le hacen la guerra tanto compañeros como estudiantes y aveces padres de familia

  5. Excelente Profesor Pizarro, lamentablemente lo que debió utilizarse como el TEMPLO DEL SABER , terminó como el sitio de descanso y de repaso o preparación de la clase siguiente.

  6. El planteamiento implícito del relato-articulo, con el que Félix Pizarro, quiere recrearnos ya se hizo una realidad muy común en cualquier escenario educativo, a nivel secundario, inclusive pregrados y postgrados. El análisis serio de las visicitudes escolares se redujo hace muchos años a trivialidades que atienden mas los asuntos administrativos sin llegar a ahondar en ellos, que en los propiamente académicos, lo cual es una verdad de perogrullo. En ese sentido encuentro que el asunto que Pizarro destaca con un titulo que a muchos quizás enfade, reedita dos aspectos muy conocidos, el primero es la alegoría o mito de la caverna de Platón, y el el experimento cientifico denominado: la jaula de los monos. Basta releer un poco sobre la alegoría o mito de la caverna el cual trata de una explicación metafórica . Platón crea el mito de la caverna para mostrar en sentido figurativo como nos encontramos encadenados dentro de una caverna, desde que nacemos, y cómo las sombras que vemos reflejadas en la pared componen aquello que consideramos real. Según este filósofo, la gente llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse, incluso violentamente, a quienes intentan ayudarles a cambiar. Acaso no es exactamente lo que ocurre en un aula de profesores sin la iniciativa y el combustible necesario de la deliberación? Todo fatalmente llega a la conformidad perniciosa y al lapidario continuo histórico, que como peste se inoculó en cada aula de clases y afectó mortalmente a todos y cuyo antidoto nadie quiere tomar por miedo a la luz.
    El experimento científico denominado “jaula de los monos” aunque finalmente no fue tal, por cuanto no produjo los resultados esperados, a mi juicio representa una secuencia lógica de la alegoría platónica y su finalidad se centró especificamente en la norma de la prohibición a unos monos de subir por una escalera, a pesar de su absurdez, había llegado a formar parte de sus vidas, hasta el punto en el que invertían tiempo y esfuerzo en hacer que siguiese existiendo. ¿Puede ocurrir lo mismo con las normas que elegimos reproducir los seres humanos a través de nuestras acciones? En los dos momentos existenciales que aqui se destacan las normas son reatas o ataduras a unas costumbres que muy raramente pueden romperse limitando la capacidad de accionar humana y en esto son determinantes la comodidad y la pereza. No es casual que un joven profesor recién desempacado de una Universidad dónde logró destacarse con brillantez descubra en pocos segundos como ha ganado enemigos con su exitoso trabajo. Su exito, ese intento de propiciar el ascenso por las paredes resbaladizas del saber o por la escalera del conocimiento le granjeen múltiples opositores al sentir como el mono nuevo quiere destruir su paraíso de inercia que es la sala de profesores. La satisfaccion viciosa del no hacer, del no pensar, del no accionar, son escuadrones que tienen secuestrado el pensamiento en ese espacio convertido en una oscura caverna o en ena escalera sin escalones. Para finalizar una frase del filósofo John Stuart Mill: “es mejor un hombre insatisfecho que un hombre satisfecho. La inconformidad humana es mejor que la conformidad animal”

  7. Mensaje para Luis

    Estimado Luis:
    ¡Lamento tu desilusión en esa sala de profesores.!
    Quiero compartir contigo que mi experiencia en ellas fue muy diferente. Una de las muchas cosas que aprendí en esas salas: “Un lector vive mil vidas antes de morir. El hombre que no lee vive sólo una.”
    Simplemente deseo exhortarte a leer mucho y mantener contacto con redes de intelectuales, tus buenos profesores, entre ellos. Verás que encontrarás Ratos de Felicidad por doquier.
    Por último, quisiera animarte a continuar tus estudios para que participes y dirijas las conversaciones en recintos de intelectuales. “Más vale tarde que nunca.”
    ¡Buena suerte, Luis!

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